Mié, Ene 13 2016
Querido David…

Un adiós a un gran héroe.

Por: Alethia 

Cuando era pequeña había mucho que no entendía. El por qué existía ciertas cosas establecidas en la sociedad, el porqué de las normas y quien decidió hacerlas. ¿Por qué debo verme así, hablar así y aprender esto? Sólo sabía que en algún momento alguien decidió que las niñas debían tener el pelo largo y arreglado y los niños el pelo corto y parejo.

Crecí pensando siempre que debía existir algo más allá de todas las normas que tanto se empeñaban en enseñarme en el colegio. Cuando cumplí 10 años enfermé (sufría de asma) y estuve mucho tiempo en casa. Uno de esos días, vi junto a mi familia ‘Moulin Rouge’, y entre toda la música alguien cantó: “the greatest thing you’ll ever learn is just to love and be loved in return”  frase de ‘Nature Boy’ (original de Nat King Cole), canción interpretada por alguien llamado David Bowie.

Más adelante en la cinta, entre un “mashup” de muchas canciones, Satine y Christian se decían “we can be Heroes just for one day”. Mágicamente, el mundo parecía más grande después de ese momento. No toda la esperanza estaba perdida. Tenía la seguridad de que había algo más, algo más grande que todo lo que me tenía que aprender para encajar y estaba a punto de descubrirlo.

Era él quien de repente estaba en todas partes. Era como nacer de nuevo y ver, por primera vez, todo lo que te estabas perdiendo. Aquel ser de cabello naranja, voz única y ojos mágicos. El hombre que cayó en la tierra.

Así, David Bowie se convirtió en todo lo que estaba bien en la vida; todo lo que estaba bien para mí. Era la enseñanza de que el no ser igual a los demás, estaba bien y de cómo debíamos celebrar esas pequeñas cosas que nos hacían diferentes. Era la voz de todos los que en algún momento nos sentíamos relegados por no entender que ocurría en el mundo, de los que vivíamos en otro mundo; un mundo en el que no existía espacio ni tiempo para el odio, uno en el que estaba perfectamente bien que fuéramos nosotros mismos.

Siempre temí con el día en que se marchara. Pensaba en lo sola que me sentiría y en el cómo no sabría manejarlo. El 11 de enero, en la madrugada, llegó la noticia y tal como siempre lo espere, me destrozó por completo. Lloré y recordé como era no entender que pasaba en mi vida. La regla que todos debíamos cumplir, incluso llegó a él, alguien único que parecía no debía cumplirla. David Bowie había muerto y mi negación no acababa.

Luego de escuchar su música, más de lo usual, y recordarlo en todo lo que veía, descubrí y entendí otro amor; el amor de todas las personas que fueron influenciadas por él, de una y miles de maneras, repartidos en todos los rincones del mundo. Separados, físicamente, nos unimos a través de la música para celebrar su vida y en cómo nos cambió para siempre. En aquel momento, me di cuenta que yo, sin lugar a duda, no estaba tan sola como lo imaginaba.

Este es un “luto” que no se llevará de negro; se portará cantando y bailando con ropa llena de escarcha y plataformas plateadas, cuestionándolo todo y celebrando lo que este británico nos dejó. David Bowie era mi más grande refugio, y eso es algo que agradeceré y celebraré el resto de mi vida.

¡Misión cumplida en la tierra, Major Tom! Ahora a descansar.

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